En general, los políticos tienen mala fama. Cada vez peor. Es cosa vieja pero que se ha venido agravando conforme más faltos de ideas están todos. Pasa lo mismo con los partidos. Con más razón desde que han comenzado a turnarse y tienen ocasión todos ellos de defraudar a sus respectivos electores
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Desde el siglo diecinueve, el poder en México ha estado siempre en el Congreso y en el gobierno de los estados. Por muchas razones: por las dimensiones del territorio, por la diversidad geográfica, económica, demográfica
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Quienes elogian el conocimiento por su utilidad, quienes admiran sobre todo sus posibilidades de uso técnico y su contribución al desarrollo económico, están en el camino de hacer imposible cualquier forma de conocimiento. No ven, no quieren o acaso no pueden ver el sentido del conocimiento en sí y necesitan atribuirle otra finalidad,
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El destino de las noticias suele ser bastante instructivo: las hay que sirven para alimentar periódicos y noticieros durante semanas, noticias que se prestan para declaraciones, denuncias y escándalo, y las hay que están condenadas a olvidarse, sin que nadie les preste mucha atención. Eso no dice que los asuntos sean más o menos importantes, por cierto,
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Hubo un caso hace algunos días, en Francia. Sucede cada tanto que se publique y se comente, como noticia, el ruego de algún enfermo grave, incapaz de valerse, que pide a las autoridades que le permitan morir, es decir: que permitan que alguien le ayude a matarse. Son todos casos tristes: la invalidez es triste; lo malo es que, en general, se publican sólo por eso
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Gobernar es difícil, con frecuencia es también desagradable y no es el modo más apropiado para ganar popularidad, desde luego. Es cosa de todos los días, de mirar toda clase de detalles, negociar y decidir, imponerse a veces como si uno no tuviera dudas, conceder a veces como si uno no tuviera la razón; consiste en hacerse cargo de lo bueno y lo malo y lo catastrófico,
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Hubo un tiempo en que ser de izquierda significaba la obligación de justificar la violencia revolucionaria; incluso cuando la Revolución era materialmente imposible, incluso cuando no había ni programa ni militancia ni condiciones que permitieran pensar en una Revolución, cuando no había más que la violencia.
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Dice el Secretario de Gobernación, señor Creel, que el reciente acuerdo entre el gobierno y los dueños de los medios de comunicación se critica porque no se entiende: a lo mejor tiene razón. Yo, en su lugar, no sería tan optimista, pero por mi parte, estoy en la mejor disposición para no entenderlo.
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Proponerse negociar, en la política o en lo que sea, está muy bien. Sobre todo si la alternativa es que alguien se imponga a trancazos. Negociar bajo amenazas, al margen de la ley, o negociar para saltarse la ley, eso ya no está tan bien. Pero puede ser inevitable. La política con frecuencia obliga a eso; la vida también, a veces.
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Llevamos meses oyendo hablar del referéndum sobre las obras del periférico de la Ciudad de México; meses de acusaciones, regateos y manotazos, gastos millonarios para una consulta inútil: un esperpento que además hay que celebrar como signo de la indudable vocación democrática del gobierno. Será.
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